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Tres de mayo

  Nos pagaron con plantas, de haber sabido no iba a esa pinche lucha y me hubiera quedado mejor en el colado, además de los chingadazos que me gané de la viejita que estaba en primera fila, ella era la ruda, traía un paraguas y con ese me pegó, lo más seguro es que uno de los rivales era su nieto y como los madreamos a los güeyes se enojo. Ahora tendré que regalar todas esas pinches plantas porque no creo que nadie me las compre y sólo me voy a quedar con ese cactus ya que no requiere de muchos cuidados, pero todo por no decir No, en el colado hubo carnitas y la banda se puso una buena peda, los dueños de la obra se rifaron, ahora sólo iré a la misa del tres de mayo que de seguro también habrá algo, pero es la última vez que voy a una de esas luchas.

El apagón

      Estábamos jugando a los encantados y la empecé corretear porque se quedó al último, pero no la alcancé, y así estábamos corre y corre después ellos a nosotros y ella me correteo a mi, y chín, que se va la luz, la calle quedo oscura, todos gritamos y nos reímos, me quedé parado junto a ella y nos sentamos en la banqueta esperando a que llegara la luz de repente me animé a darle un beso, y la besé, y que lleg a la luz y todos nos vieron, empezaron a gritar, “¡EHHH!” “¡ÍRALOS, CONDENADOS!”, “¡SON NOVIOS, SON NOVIOS !”, se levantó y se echo a correr a su casa, y que sale su mamá, se hizo un breve silencio, pensé que me había acusado y me eche a correr a mi casa, todos callaron, pero la señora había salido a la tienda, y me regresé otra vez a jugar, ya nadie dijo nada. Al otro día en la escuela todo seguía igual, ahí estaba ella con sus amigas, siempre bonita con sus dos trensas, yo con mis amigos, pero alguien empezó a contar lo que había pasado y el chisme cor

La Calaverita

  Pues ahí iba un señor con su pequeña hija por las flores y la fruta para hacer la ofrenda a sus difuntos. El día era soleado pero con un viento frío, característico del otoño. Como cada año, en día de muertos el mercado crecía y crecía y se formaba un tianguis impresionante ya que muchos campesinos llevaban sus productos a vender y mucha gente iba a surtirse de sus cosas; y ahí iban, comprando flores de cempasúchitl con ese hermoso y brillante color naranja que tanto las caracteriza, unas calaveritas de azúcar llenas de color y con una variedad de nombres tan extensa como diversa, nombres como Susana, Juan Manuel, Román, Rosalí y muchos más, veladoras de diversos tamaños que como bien sabemos ayudan a las almas a encontrar de regreso el camino a casa. También se alcanzaba a ver la fruta y el papel picado de colores. Está demás decir que se percibía un aroma intenso a copal que definitivamente no podía faltar en el altar de día de muertos. Tanto el padre como la hija iban admiran

La clase

  — ¿Qué hacías en mi casa hijo de la chingada? — ¿En su casa? — Sí, este botón es de tu pinche camisa de puto. — Démelo. — Lo que te voy a dar son unos putazos por estar de culero en mi casa. Lo tenía bien agarrado, así como su señora lo tuvo cuando lo sedujo en los lavaderos y tomó la virginidad de Florencio. Todos en la unidad decían que era gay, sólo porque practicaba danza clásica, hasta sus amigos con los que echaba cascara, pensaban eso y luego le gritaban “¡PUTO o MARICÓN!” Florencio, no era gay, simplemente le gustaba bailar y lo hacía muy bien y en las fiestas así se divertía. Doña Zoraida, pensaba que tal vez ese chico no era mariquita y a veces se daba su taco de ojo cuando lo veía, un cuerpo perfecto, atlético, nada parecido al del panzón de su esposo, le gustaba, además de que es raro ver a un adolescente de 17 años haciendo sus propios quehaceres, así que un día se animó hacerle la plática, y lo agarró lavando una camisa de tela muy fina t

Ley seca

 Te recuerdo, Pablo, la calle estaba sucia, desolada, ibas a la vinatería que está en la avenida por un pomo, al llegar con ese sentimiento de alegría, porque tenías tu primer sueldo e ibas a celebrar por tener trabajo después de mucho tiempo.  Te llevaste una sorpresa: "Hay ley seca, joven, hoy no se vende alcohol". 

Carta a mi abuelita

Carta a mi abuelita ¡Hola, abuelita! Ayer, la maestra, Sue, nos dejó de tarea que recordáramos algo o a alguien, y yo quise recordarte a ti para contarte que hago mermeladas. Dice mi hermana que tú sabías hacer dulces cristalizados de chilacayote, calabaza, camotes, higos, de esos dulces que ya casi no se comen porque han sido desplazados por otros nuevos. Bueno, yo lo que te quiero contar es cómo elaboro la mermelada de fresa. Compro un kilo de fresas, las lavo y las limpio, las dejo escurrir, después la pico y las pongo en un bol, es un traste como una bandeja, le agrego medio kilo de azúcar y la dejo reposar por una hora; después la echo a la olla, es un pequeño cazo de cobre que estaba ahí abandonado, esperando a que lo ocupara. Lo pongo a fuego medio, la flama no muy alta, y ahí estoy como 40 minutos cuidando que no se queme. Se me olvidaba, también le agrego el jugo de dos limones. Me dijo una chef que el jugo es la pectina natural, no sé qué sea, pero es la pectina, es l

Radio Bemba

Era la última semana que tenían para poder ir a clases casi como quisieran, porque les dijeron que iban a la escuela, no a un desfile de modas, y les habían pedido a sus padres que mandaran a los jóvenes con ropa cómoda y decente -¿a saber a qué se referían con decente?-  Estrella ya no sabía qué ponerse, se cambiaba varias veces. Que la blusa no combinaba con los zapatos, que los jeans y la chamarra no iban con la blusa. Hacía varias combinaciones y se preguntaba ¿por qué los chicos solo agarran una playera, unos jeans que les duran toda la semana y se van así? A ella le gustaba cómo se iba su hermana a la universidad sin el uniforme que ella odiaba; otros tres años más y serían 15 años de su vida uniformada. Varios de sus compañeros ya tenían un estilo. A ella le agradó mucho cómo Panuncio, uno de sus compañeros que venían de la sierra a estudiar al CETIS, porque era una de las pocas opciones para cursar el bachillerato, no olvidaba su cotorina, una chamarra regional que forma